Acabo de enviar este articulo a la revista
El Hormiguero, de la Mancomunidad de Servicios Sociales
Emiliano Alvarez Carballo, a la que peretenece mi pueblo, Barcarrota. Es la primera vez que escribo directamente como parte del movimiento lgbt en mi tierra chica. En fin, a ver si gusta y, sobre todo, si vale para que algunos reflexionen y otros sean un poco mas felices : )
Gracias Fer por pedirmelo :)
Abrazos para todos desde Lisboa.
jose
No se puede poner puertas al campo.Muchas personas piensan que homosexuales y transexuales somos ya parte de la vida cotidiana de las ciudades, pero que quienes hemos crecido en pueblos aun sufrimos mayor represión social. Algunos pensamos que, ni lo primero es tan cierto como desearíamos, ni lo es tampoco lo segundo, afortunadamente. Aunque no sea fácil, gays, lesbianas, bisexuales y transexuales debemos poder vivir allí donde queramos, y por supuesto en nuestros pueblos, tal como somos.
Uno mira a su alrededor y observa una revolución de cambios innegables, y en este caso no hablo de cambios legislativos, que sin duda son uno de los factores que hay tras los cambios sociales a los que realmente me refiero, como que cada vez los jóvenes lesbianas y gays pisan con más fuerza y con menos miedo. Pero, tan cierto como eso lo es que nada tiene que ver cómo un chico puede asumir su homosexualidad cuando siente la presión de sus afectos cerca, frente a las posibilidades que puede ofrecer la gran urbe, en la que uno puede ir encontrando con más facilidad espacios y momentos para sentir sin las presiones de lo esperado, de la presumible heterosexualidad.
Esta es una de las claves elementales si hablamos de cuales pueden ser las particularidades de la vida para un gay o una lesbiana en nuestros pueblos, y es que no se es más o menos homófobo por vivir en Barcarrota o en Jerez de los Caballeros, ni mucho menos, y menos hoy, pero sí es cierto que cuando uno asume lo que percibe inicialmente como una diferencia digamos sensible en un pueblo pequeño, se está enfrentando a un entorno donde la cercanía afectiva es mayor, y aunque eso es algo bueno, también genera mayor presión para el que está creciendo. Y es que cuando uno interioriza su homosexualidad lo que le importa es qué puede suponer esto para quienes quiere y quienes le quieren, y en un pueblo nos conocemos todos, y eso genera espacios afectivos mayores, presiones mayores.
Un buen trabajo personal con nuestro propio entorno afectivo es siempre clave para un desarrollo fluido y tranquilo de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, pero mucho más si cabe en entornos rurales, dado que los iguales escasean. Imprescindible si se tiene la intención de seguir viviendo, sin encerrarnos entre cuatro paredes, en nuestros pueblos, cobrando una relevancia especial la necesidad de fuertes dosis de paciencia para el proceso, así como una labor pedagógica persistente y tenaz para nuestras propias vidas, donde probablemente debamos tomar conciencia de que, el principal actor didáctico somos nosotros mismos.
Muchos son los casos de hombres y mujeres nacidos en zonas rurales que, descubriendo que se sienten atraídos por su mismo sexo, emigran para vivir en sitios donde sea mas fácil conocer a sus iguales, hacer sus vidas, pero cada vez vamos siendo más los que en zonas rurales queremos dejar los armarios tan solo para guardar la ropa, y esto, aunque siga siendo la excepción frente a la norma, la inexistencia y la invisibilidad, es un dato a tener muy en cuenta de cara a un futuro plural y diverso en nuestros pueblos. Venimos pisando fuerte, se verá.
En fin. Cuando descubrí que era homosexual, los casos que conocía como tales en mi pueblo no eran precisamente un modelo de vida a seguir, y no por culpa suya, sino porque quizá no habían podido vivir de otra manera. Recuerdo casos de hombres que sufrían el escarnio público de muchos chavales simplemente por no haber pasado por el aro de casarse con una mujer, por ser afeminados, etc… recuerdo con especial cariño a Fidel, del que tantos se reían, y al que incluso alguna vez agredieron de manera que prefiero no recordar, pero también recuerdo a algunos hombres y mujeres que mediante su soltería han construido una vida tan digna como cualquier otra. Puro ejemplo, y porque eran otros tiempos.
Los tiempos cambian y las circunstancias también, pero no podemos olvidar la represión vivida, y la que existe aún. Lo que antes eran risas en la plaza pública hoy son espacios públicos de respeto y convivencia, con alguna que otra risa vergonzante a escondidas. Eso es sin duda un gran avance, que la homofobia pase a ser algo que deba esconderse. Pero en nuestros pueblos es necesario intervenir, con campañas que normalicen la idea que se tiene de lo que es la homosexualidad, con acciones que fomenten la convivencia, aunque, ya sea en pueblos o ciudades, el principal reto que nos queda por delante es toda una revolución ciudadana, la de cada uno podemos librar en nuestros espacios vitales. Una batalla que tenemos que ganar de cerca, en el tu a tu, con quienes queremos y nos quieren. Cada uno, tal como sea y tal como sienta, debe marcar cómo hacerlo, pero no hacerlo solo extenderá el dolor, expreso o silencioso, pero dolor al fin y al cabo.
Nada más tonto que negar la realidad, nada más estúpido que querer poner puertas al campo. Cuanto antes asumamos como somos, como es nuestro hijo, nuestro hermano, nuestro amigo… antes comenzaremos a ser nosotros mismos y antes comenzaremos a ayudarle a ser feliz. Es lo más honesto. Enfrente solo quedaría la vida aparente, que no es vida sino hipocresía, y en esta el alma se marchita. Mucho mejor coger el toro por los cuernos, aunque no me gusten los toros. A partir de ahí solo queda por delante la posibilidad de ser felices.
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